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Candida Höfer »

Exhibition: 9 Apr – 15 Jun 2005

Galería OMR

Plaza Río de Janeiro #54, Col. Roma
06700 México

Galería OMR

Cordoba 100 Roma Norte
06700 México

+52 55-5207 1080


www.galeriaomr.com

Tues-Thu 10-19, Fr 10-16, Sat 11-16

Candida Höfer studied at the Cologne Werkkunstschule before entering the Kunstakademie at Düsseldorf in 1973, where she remained until 1982.  During her stay in this institution, Candida Höfer studied filmmaking with Ole John, specializing in photography with Bernd and Hilla Becher, in 1976.  Currently, she is considered one of the most representative members of the New School of German Photography, arising at the end of the 80’s, next to Axel Hütte, Thomas Struth, Thomas Ruff or Andreas Gursky. Between 1997 and 2000, Candida Höfer taught at the Hochschule Für Gestaltung Karlsruhe. Following the work method begun by the Becher professors, her photographs show an almost etnographic interest on the multiplicity of representation forms of contemporary culture, relating in a very particular way to the stages where society and knowledge develop, main focuses of her photography from the 80’s on.  Throughout her work, the artist has progressively centered her production on grasping different typologies of the interiors of public or semipublic spaces, such as libraries, palaces, museums, offices, universities, coffee shops, churches, auditoriums, theaters, or zoos. Spaces produced by humans in their constructions and the ways these are inhabited.  This project is not at all scientific, not even systematic.  It has been built as needed, by means of her travels, visits, and discoveries.  Her work consists on identifying and perceiving  compositions that existed prior to her interest in them and not altered by her. The object of this great research is to conceive the space built as a framework for human relations. The spaces photographed by Candida have no people in them; we are left under the impression that the human beings who inhabit them have just walked out, allowing the spectator to inhabit and experience them, silent, empty, charged with a certain sadness, gloom, but also a sense of humor, in some cases.  Most of the time photographed in the midst of their regular use, these spaces reveal the order and disorder derived from their communal purpose. Her compositions hold a rigurousness and simplicity close to the minimalist tradition, presenting clean and neutral images in which the artificial lighting existing within the spaces tends to blend in with natural lighting coming in through the windows.  She uses no flashes or extra lighting.  The artist does not touch up her photographs; places are shown as they are. The ID cells labels from her photographs focus on this same idea of compositional clarity: each space or building represented is identified briefly and accurately, according to its function, location, and the date the photo was taken. Photographs, as bi-dimensional images that flatten reality and halt time, are faced with the difficulty that much of what takes place in all living spaces, possibly even that which is essential, is invisible. They must depend on what was actually in front of the lenses, hoping to present it with the type of lighting and position that allows spectators to recognize the footprints of these worlds.  In this sense, images articulate a sense of perception, later triggered by our experience of objects and concrete spaces.  Up to a certain point, Höfer’s photographs give shape to the complex game happening between the geometrical, historical, physical, general, and personal space that make up our vital spaces. The result is the creation of a tranquil, simple photographic atmosphere.  Höfer does not attempt to mitigate nor aggravate space; rather, her focus is on presenting places with their historical charge, regardless of how small or particular this may be, at the present time. As one steps back and takes images as a whole, the stylistic aspect of this work can be perceived, a soft mitigation of the effect of colors acting on the ridigity of perspective and fragmentation of the rooms. It is not the visual attraction nor the nostalgia of spaces, but rather a delightful illusion torn from the photographic means, which sheds this indulgent light on objects. Höfer’s architectonic interior photographs create a balance on a variety of extremes, oppositions, and tensions:  elevation and perspective, absence and presence, public and private, structure and detail, minimalism and excess, functionalism and aestheticism, objective and subjective vision.  Candida’s ability to blend her functional and aesthetical concerns, to cheer structure with detail, to present privately experienced public space, and to show the balance as the most important indicator of presence constitutes an admirable juggling act. Candida Höfer (Eberswalde, Alemania, 1944) estudió en la Werkkunstschule de Colonia antes de ingresar, en 1973, en la Kunstakademie de Düsseldorf, donde permanece hasta 1982. Durante su estancia en esa institución, Candida Höfer estudia primero cine junto a Ole John, especializándose, a partir de 1976, en fotografía con Bernd y Hilla Becher. En la actualidad, está considerada como uno de los miembros más representativos, junto a Axel Hütte, Thomas Struth, Thomas Ruff o Andreas Gursky, de la Nueva Escuela de Fotografía Alemana, surgida en el final de la década de los ochenta. Entre 1997 y 2000, Candida Höfer es profesora en la Hochschule für Gestaltunt de Karlruhe. Siguiendo el método de trabajo iniciado por sus maestros los Becher, sus fotografías muestran un interés casi etnográfico por la multiplicidad de formas de representación de la cultura contemporánea, relacionándose de un modo muy particular con los escenarios donde se desarrolla la sociedad y el conocimiento, principal objeto de su fotografía desde la década de los ochenta. A lo largo de su trayectoria la artista ha concentrado progresivamente su producción en captar diferentes tipologías de interiores de espacios públicos o semipúblicos, como librerías, palacios, museos, oficinas, universidades, bibliotecas, cafeterías, iglesias, auditorios, teatros o zoológicos. Espacios producidos por los humanos a través de sus construcciones y de las maneras de habitarlos. Este proyecto no tiene nada de científico, ni siquiera de sistemático, ha sido construido sobre la marcha, a través de sus viajes, visitas y descubrimientos. Su trabajo consiste en identificar y percibir la existencia de composiciones presentes desde antes de su interés en ellos y que ella no altera. El objeto de esta gran investigación es concebir el espacio construido como el marco para las relaciones humanas. En los espacios que fotografía Candida no hay personas, tenemos la impresión de que los humanos que los habitan acaban de salir, de dejar el lugar al espectador para que éste habite y experimente estos lugares silenciosos, vacíos, cargados de cierta tristeza y melancolía pero también en algunos casos de humor. Casi siempre fotografiados en el entretiempo del uso habitual de los espacios, revelan el orden y el desorden que se deriva de su propósito comunal. Sus composiciones están realizadas con una rigurosidad y simplicidad cercana a la tradición minimalista, presentando imágenes limpias y neutras en las que la iluminación artificial existente en los espacios suele converger con la luz natural filtrada por las ventanas. No utiliza flashes ni luces extras. La artista no retoca sus fotografías, los lugares se muestran tal y como son, sin mover ni acomodar nada. Las cédulas de identificación de sus obras persiguen esta misma idea de claridad compositiva: con brevedad y precisión se identifica el espacio o edificio fotografiado, su función, su ubicación, y la fecha de realización de la fotografía. Las fotografías –como imágenes bidimensionales que aplanan la realidad y detienen el tiempo- se enfrentan a la dificultad de que mucho, y posiblemente lo esencial, de los espacios vivos es invisible. Las fotografías deben depender de lo que estaba de hecho frente a la lente, con la esperanza de presentarlo con el tipo de luz y el tipo de posición que nos permita a los espectadores reconocer las huellas de esos mundos. Es este sentido las imágenes articulan una sensación de percepción que es después interpretada por nuestra propia experiencia de objetos y espacios concretos. Hasta cierto punto las fotografías de Höfer dan forma al complejo juego entre el espacio geométrico, histórico, físico, general y personal que conforma nuestros espacios vitales. El resultado es la creación de una atmósfera fotográfica sosegada y sencilla. Höfer no pretende ni mitificar ni agraviar el espacio, sino únicamente plasmar los lugares con su carga histórica, por pequeña y particular que ésta sea, en el momento contemporáneo. Al retirarse un poco y tomar las imágenes como un todo, se comienza a percibir al especto estilístico de estos trabajos, una suavidad mitigante del efecto de los colores que actúa sobre la rigidez de la perspectiva y la fragmentación de las habitaciones. No es solamente la atracción visual o la nostalgia de los espacios lo que nos impacta, sino una bellísima ilusión arrancada del medio fotográfico que imparte esta luz indulgente sobre los objetos. Las fotografías de Höfer crean un balance entre una variedad de extremos, oposiciones y tensiones: elevación y perspectiva, ausencia y presencia, público y privado, estructura y detalle, minimalismo y exceso, funcionalismo y esteticismo, visión objetiva y subjetiva. La habilidad de Candida para fusionar sus preocupaciones funcionales y estéticas, para animar la estructura con el detalle, para presentar el espacio público privadamente experimentado y para mostrar el balance como el más importante indicador de la presencia, constituye un admirable acto de malabarismo.